viernes, 18 de noviembre de 2011

ARTE BIZANTINA

La arquitectura bizantina aparece ya definida en el siglo VI. Es continuación de la tradición romana y paleocristiana con las aportaciones de Oriente y la herencia helenística, creando un arte de síntesis y, a su vez, original que influirá en la Edad Media Occidental. Al monumentalismo, a los modelos y a la proporcionalidad de las construcciones grecorromanas, hay que de sumar las aportaciones de esta civilización.
Principales características de la arquitectura bizantina.
    Estas son las principales aportaciones de la arquitectura de Bizancio aplicadas a su edificio más trascendente, la iglesia.
1.- Nueva valoración de la cúpula y de las estructuras abovedadas con un carácter simbólico-religioso.
     La cúpula se convierte en el elemento principal de las iglesias, es el centro de la construcción. Se utiliza para cubrir el corazón del edificio en las plantas centrales, pero también en los tramos de las naves centrales y laterales en otros tipos de plantas. Es semiesférica como la romana y puede ser mostrada al exterior o no. Representa el espacio celestial sobre el cual reina Cristo, que a menudo aparece en su clave como Pantocrátor bendiciendo. La luz que ingresa por su tambor o por la misma curvatura de la cúpula crea un efecto mágico como si estuviera suspendida flotando sobre nuestras cabezas.

2.- Para elevar a gran altura la cúpula, el arquitecto bizantino se vale de recursos técnicos que superan a los alcanzados por los romanos.

Para aligerar el peso de las cúpulas sin disminuir su resistencia se utilizan materiales como vasijas cerámicas huecas y mortero confeccionado con piedra porosa (pómez). Sin embargo, por ligeras que fuesen las bóvedas, éstas creaban un empuje muy fuerte. En Roma se optó por la fórmula más sencilla para sostenerlo: el hacer recaer el apoyo de la cúpula directamente sobre los muros circulares u octogonales. Así sucede en el caso del Panteón de Agripa-Adriano que aumentó el grosor de los muros para contrarrestar el peso de una cúpula de 43 metros de diámetro. En Bizancio, en cambio, se ideó un sabio reparto escalonado de pesos permitiendo que los muros se liberaran del protagonismo sustentante. En Santa Sofía de Constantinopla encontramos el ejemplo más magnífico del nuevo sistema de transmisión del peso de la cúpula a los gruesos pilares interiores a través de las pechinas o de las trompas.

El resto del peso recae sobre bóvedas de cañón y semicúpulas, que a su vez podían alejar el peso más allá a través de contrafuertes externos. El muro como vemos ya no es importante y el arquitecto se permite realizar vanos en él. La columna ejerce una tarea sustentante pero de elementos menores y ejerce una función decorativa. El capitel de la columna evoluciona del naturalismo corintio hacia una abstracción vegetal en forma de cesto trabajada a trépano, sobre él suele añadirse una segunda pieza trapezoidal.

3.- Se distingue por su lujo, que se manifiesta en la decoración polícroma del interior de las iglesias. No es así en su fachada exterior, cuyos materiales más pobres son mostrados sin ningún recato. En el interior, sin embargo, se oculta el ladrillo, la mampostería y el hormigón con magníficos mosaicos, frescos y mármoles de colores. Algunas antiguas iglesias, como Santa Sofía  o Santa Irene de Constantinopla, fueron reconvertidas en mezquitas perdiendo parte o totalmente su decoración iconográfica, por lo que se hace difícil entender la policromía que inundaba cualquier lugar de la iglesia.
En la imagen, se muestra la Capilla Palatina de Palermo.

IGLESIA DE SANTA SOFIA

Es una de las obras cumbre del arte bizantino. Su significado es Divina Sabiduría y está dedicada a la segunda persona de la Santísima Trinidad. Durante casi un siglo fue el centro espiritual del Imperio bizantino, catedral de los patriarcas, escenario de los actos estatales importantes y marco de un esplendoroso ceremonial en el que se manifestaban el poder la dignidad del imperio teocrático.
Fue construida entre los años 523 y 537 d.C, durante el mandato de Justiniano en Constantinopla, capital del Imperio Bizantino (hoy Estambul, Turquía), por los arquitectos y matemáticos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.
La iglesia es de planta cuadrada de 79,30 m. x 69,50 m., con una gran cúpula central que mide 31 m de diámetro y 55 m de altura. La cúpula de Santa Sofía es de tal grandiosidad que sólo tiene su antecedente en el panteón de Agripa (Roma). Tiene un gran anillo de ventanas y está apoyada en cuatro pechinas, las cuales a su vez posan sobre cuatro pilares, que al estar en el exterior del edificio parece como si la cúpula se sostuviera en el aire.
La cúpula tuvo que ser reconstruida en el año 558, y al ser nuevamente levantada se emplearon trozos de ánfora porosas para que su peso fuera menor. Además se le incorporó un tambor cilíndrico con una serie de ventanas alrededor del gran casquete esférico, que ilumina el interior de la iglesia.




En la parte exterior se extiende un gran atrio de cinco pórticos, donde se conservan algunas columnas clásicas constantinianas y un gran recipiente con agua vendita para la purificación de los fieles. Después del atrio hay dos nártex o vestíbulos que mediante nueve puertas nos comunican a la iglesia. Tiene una nave central y dos naves laterales, y un ábside interior semicircular. La diferencia de altura de las naves fue aprovechada para levantar un segundo piso o matronio (gineceo).
El espacio esta dividido en dos partes: la naos donde se colocaban los fieles, y la bema o presbítero, para los clérigos. Ambas estancias están separadas por la iconostasis, reja o cancel que cerraban con velos en el momento de la consagración. Próximas al ábside encontramos dos salas: la prótesis, donde se guardaban las especies, y el diacónicon, donde se revestía el sacerdote.
En lo que se refiere al espacio exterior, en esta obra es posible apreciar una construcción sólida y bien definida por sus líneas matrices en donde su detalle no es tan importante como en su interior.
En la fachada oeste, se encuentra el atrio y la entrada principal, el cual consta de dos galerías, y posee dos plantas. Es de destacar que todas las aberturas en el exterior poseen arcos de medio punto.
La construcción se eleva suavemente hasta entrar en contacto con una bóveda de cañón que ayuda en la descarga del peso de la semicúpula oeste.


En la estructura de Santa Sofía, lo interesante es su ambivalente condición, donde coexisten dos tendencias de clara tradición: por un lado, la tendencia basilical con su sentido dinámico y su ritmo longitudinal, y por otro, la tendencia centralista con el espacio estático de la cúpula. Si la primera predomina, la cúpula no podría tener el énfasis que tiene y quedaría relegada a una función secundaria; si predominara la segunda, el efecto estático sería mayor y en torno a la cúpula el espacio se ordenaría, anulando todo dinamismo y evitando la aparición de un eje longitudinal de simetría.
En Santa Sofía, en cambio, coexiste el eje longitudinal de simetría, de una latente estructura basilical, con el espacio centralizado de la cúpula. Es decir, coexisten, hasta cierto punto, la cúpula del Panteón romano y las naves de una basílica constantiniana.

La decoración policroma ayuda en Santa Sofía como en toda la arquitectura bizantina, a desmaterializar el organismo arquitectónico, dándole un sentido de irrealidad y una mágica apariencia que siempre ha dominado a la religiosidad oriental. Estas características ayudan a exaltar lo maravilloso del fenómeno espacial y lumínico. Además con la ingeniosa manera de emplear los recursos constructivos y de ocultar el sistema de contrarrestos, la decoración arquitectónica de revestimiento colabora con la impresión buscada. Los bizantinos tuvieron la audacia de liberar el mosaico elevándolo de su humilde condición de suelo pisadero a la majestad casi celestial de los ábsides y las cúpulas. La temática alcanzó también la misma elevación en cuanto a rango. Ya no eran simples dibujos geométricos, símbolos y alegorías de la vida cotidiana, sino que se trataba de las escenas más sublimes de la religión, las figuras más monumentales y apocalípticas, fragmentos bíblicos, y relatos hagiográficos.
La luz en los interiores bizantinos con su tenebrosidad, con los centenares de lámparas que cuelgan formando una especie de techo centellante, provocaba infinitos reflejos en la superficie colorida de los grandes mosaicos haciéndolos brillar, como si realmente se miraran los ojos de Cristo, de los apóstoles o de los profetas.
La iglesia de Santa Sofía constituye la cumbre absoluta de un arte clásico en el que han alcanzado su punto culminante dos corrientes o tradiciones artísticas distintas: de un lado, las tradiciones arquitectónicas y decorativas del arte clásico (helenístico y romano), y de otro, el estilo de los edificios abovedados del arte paleocristiano y del Asia Menor; al mismo tiempo, en el sistema de la distribución de espacio y paredes se establecen las bases de la arquitectura medieval.




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